A propósito del artículo de Loreto Cox y Ricardo González sobre el cambio del voto obligatorio a voluntario, publicado en su diario el sábado 12 de marzo, quisiera aportar algunas luces provenientes de la economía del comportamiento que resultan muy útiles para analizar esta problemática.
En efecto, en vez de promover un retorno a nuestro antiguo sistema, creo que es más recomendable para Chile optar ahora por un sistema de inscripción automática, voto obligatorio y desinscripción voluntaria. Es decir, el ciudadano por el solo hecho de cumplir la mayoría de edad puede votar o también desafiliarse del sistema. Con esta opción el legislador estaría optando por un mecanismo de default por el cual se modifica la arquitectura del contexto de toma de decisiones de los ciudadanos, empujándolos (con un nudge) a participar.
Esta opción impondría un deber o carga al ciudadano insatisfecho que desea desafiliarse del sistema político sin afectar la libertad que cobija su derecho a participar nuevamente en una elección en el futuro mediante una nueva inscripción.
Además disminuye el sesgo de clase que arrojan los guarismos de las elecciones con voto voluntario, como asimismo genera un incentivo para mejorar cuantitativamente la participación ciudadana que el sistema de voto voluntario e inscripción automática suele afectar negativamente.
También es efectivo para mejorar la falta de representatividad del sistema político, puesto que condiciona a que en definitiva vote todo tipo de ciudadanos, no sólo los más pudientes, y con ello puede también generar un impacto positivo en el foco y calidad de las políticas públicas.
Rafael Pastor Besoain