La concertación pareciera estar padeciendo lo que la economía del desarrollo denomina “enfermedad holandesa”.
Este mal se traduce básicamente en la feroz apreciación dentro de una economía local de su moneda producto principalmente del alza masivo en el consumo y precio de un determinado commodity que exporta, lo que a su vez genera una mucha mayor dependencia económica del mismo y la disminución o eliminación de otros commodities dentro del portafolio exportador de dicha economía, por no poder sus productores competir con un tipo de cambio sustancialmente más barato que los desfavorece.
Teniendo presente lo anterior, cabe argumentar que la popularidad que arrojó la última encuesta CEP respecto de Michell Bachelet, no hace sino que confirmar que la concertación sufre de algo similar a este malestar holandés, ya que la gran adhesión que la figura de Bachelet posee está de alguna manera encareciendo la diversidad y competitividad del portafolio de posibles candidatos presidenciales de la Concertación.
Mientras la popularidad Bachelet se mantenga en las nubes y el precio local de sus divisas siga cayendo hacia los bolsillos de una resignada, dividida y desempoderada concertación, no cabe duda que presenciaremos por un lado la consolidación absoluta de la candidatura de la ex-presidenta y la inevitable destrucción gradual pero certera de las otras posibles cartas presidenciables de la oposición.
En este sentido, si la concertación quiere realmente renovarse con nuevos liderazgos competitivos, y en definitiva remediar este mal holandés, debe recurrir a una gestión más acertada de la popularidad de Michell Bachelet, lo que implica a la larga que ella abandone pronto su ostracismo en Nueva York y se ponga al servicio de la refundación de la concertación.
Este mal se traduce básicamente en la feroz apreciación dentro de una economía local de su moneda producto principalmente del alza masivo en el consumo y precio de un determinado commodity que exporta, lo que a su vez genera una mucha mayor dependencia económica del mismo y la disminución o eliminación de otros commodities dentro del portafolio exportador de dicha economía, por no poder sus productores competir con un tipo de cambio sustancialmente más barato que los desfavorece.
Teniendo presente lo anterior, cabe argumentar que la popularidad que arrojó la última encuesta CEP respecto de Michell Bachelet, no hace sino que confirmar que la concertación sufre de algo similar a este malestar holandés, ya que la gran adhesión que la figura de Bachelet posee está de alguna manera encareciendo la diversidad y competitividad del portafolio de posibles candidatos presidenciales de la Concertación.
Mientras la popularidad Bachelet se mantenga en las nubes y el precio local de sus divisas siga cayendo hacia los bolsillos de una resignada, dividida y desempoderada concertación, no cabe duda que presenciaremos por un lado la consolidación absoluta de la candidatura de la ex-presidenta y la inevitable destrucción gradual pero certera de las otras posibles cartas presidenciables de la oposición.
En este sentido, si la concertación quiere realmente renovarse con nuevos liderazgos competitivos, y en definitiva remediar este mal holandés, debe recurrir a una gestión más acertada de la popularidad de Michell Bachelet, lo que implica a la larga que ella abandone pronto su ostracismo en Nueva York y se ponga al servicio de la refundación de la concertación.
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