Señor Director:
A propósito de la firma del proyecto de ley sobre el Ingreso Ético Familiar (IEF), me parece necesario traer a colación el concepto de coproducción en la generación del impacto de eliminar la pobreza extrema.
Es sabido que en la implementación de políticas sociales y en los sistemas de producción de bienes preferentes, los usuarios adquieren principalmente productos y servicios del Estado mediante ciertos intercambios sociales y no económicos. En este sentido, el usuario recibe algunas prestaciones estatales en la medida que ejecute determinadas conductas positivas o negativas, lo que implica en definitiva que la labor del usuario condiciona la producción del bien preferente de forma muy relevante. Sin la colaboración del usuario no será posible eliminar las incapacidades de la pobreza extrema.
Las transferencias directas que van a recibir las familias usuarias del IEF son un claro ejemplo de lo que venimos mencionando. Las mismas quedarían condicionadas al hecho de que sus hijos se mantengan en el sistema escolar y que utilicen periódicamente el sistema de salud, o que el dueño de casa desempleado se capacite mientras dure su cesantía y que realmente busque trabajo durante dicho periodo. Lo anterior nos permite concluir que si las divisiones, los departamentos o servicios que implementan las políticas sociales desean lograr sus resultados intermedios (productos y servicios de buena calidad) y finales (impactos), deben reconocer el hecho de que sin la adecuada contribución (coproducción) de sus usuarios lo anterior no será posible.
En consecuencia, el éxito o fracaso del IEF va estar muy ligado a la forma en que se optimice los procesos para obtener esta contribución o coproducción, y en los incentivos que se utilicen para gatillar la misma; es decir, la implementación de esta política va a requerir una gestión pública de mucha calidad a nivel intermedio y en la base operacional del Estado, como asimismo de mucha coordinación intersectorial que permita generar colaboración real y efectiva entre distintos ministerios, y entre el gobierno central y los gobiernos locales.
Desgraciadamente, lo anterior es lo que menos tiene el Estado chileno, por lo que espero que el Gobierno no olvide que el éxito del IEF va a depender mucho más de las relaciones que sustente la burocracia de ventanilla con los usuarios de esta política, que de la actitud prospectiva de los diseñadores de la misma.
Rafael Pastor Besoain
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